Las ruinas son el futuro




Mis ojos han acariciado las viejas heridas que supuran en medio de urbes erguidas entre montañas de acero. Mis pupilas se han deleitado con las muescas de lo que en su día fueron famosos imperios. He visto los restos de miles de batallas y pilares que han sostenido culturas distintas. Palpado la vida que rezuma de lustrosos mármoles y piedras... He sentido los eones de historias que han presenciado; las innumerables lágrimas, los infinitos besos, los cientos de despedidas, los ríos de sangre, reencuentros, amores secretos, punzantes venganzas y amargas traiciones de finales dantescos.

He exhalado las ruinas llegando a comprender el futuro.
Contemplar el caos que han soportado, la forma en que han sido saqueadas, incendiadas, vejadas y luego hallado el modo de volverse a levantar; ha sido un regalo. Pues al igual que Roma, con grandes heridas abiertas por doquier que recuerdan su pasado, continúa creciendo, transformándose sobre sus propias ruinas, nosotros; también lo hacemos.

Ni siquiera Augusto, el primer emperador de Roma, habría imaginado que lo que para él era el mundo entero, acabaría en ruinas.

Somos hijos del hábito, de costumbres, nos apegamos a lo conocido y lo abrazamos con fuerza. Nos conformamos con ser infelices porque nos asustan los cambios, que todo quede reducido a ruinas. Ningún ser humano, por muy seguro que se crea en la lumbre que da calor a su hogar, está a salvo de la sentencia del destino, de la pulsión constante del cambio, del progreso.

Las ruinas son un regalo, un auténtico regalo. Son el camino a la transformación, al futuro. Nos muestran que es posible que las guerras y batallas; la tristeza y desencuentros, den paso a la euforia de la evolución. A la comodidad del pantalón vaquero frente a la armadura. Al ave fénix.

Esas bellas cicatrices conmemoran un tiempo que nunca será mejor que hoy, ni mañana, pero que será vital en la historia para entender su evolución.

Las ruinas me han hecho creer, aún más si cabe, que la única constante en la vida es el cambio. Que en cada uno de nosotros existe una renovación incesante, pero que nunca, jamás, podemos olvidar nuestro origen, nuestras raíces, esos pedazos arqueológicos de nuestro pasado que gritan quienes fuimos para ser quienes somos ahora.

¡Disfrutemos del viaje!

*Imagen, Cambios, Esmirna.

Copyright © 2016 Dácil Rodríguez - Todos los derechos



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