Secretamente decepcionada
Hoy me levanté con ese
cosquilleo lleno de angustia que te regalan las rupturas, con ese gemido
lastimero que brota en lágrimas y un agudo dolor arañándome el pecho. Esa
sensación amarga que sabe a funeral, a oportunidad perdida, a “adioses” y
“hasta luegos”, a versos que no llegaron a escribirse y que ya nadie escribirá.
A punto y final.
Hoy me di cuenta. No te
amo por quién eres, por lo que tienes…
Me enamoré del espíritu libre que viaja con vaqueros desgastados y
chaleco. Me enamoré de los sueños que transformabas en pequeñas pompas de jabón
que tintineaban llenas de color en el cielo y que corrían ajenas al mundo
desvaneciéndose en la nada y fundiéndose en el todo. Hoy me di cuenta. Daba
igual que me pintara los labios de rojo, me ondulara el pelo o me ajustara un
vestido a la cintura. No era eso lo que veías en mí. Tus ojos nunca me miraron
así. Hoy me di cuenta. Y como ahora te veo, es tal y como tú me veías a mí.
Una lástima que no lo
descubriese antes. Una pena que el desconcierto me pasara factura sin previo
aviso y no tuviera la luz suficiente. Un placer haber dormido entre tus brazos
y que al abrirlos me hicieras despertar. Te lo agradezco. Porque estaba ciega y
tú obraste el milagro.
Con esta pegajosa
felicidad agridulce que tiñe de incredulidad mis noches, te doy las
gracias. Aunque me sienta secretamente decepcionada. Aunque sólo mi almohada
sepa la verdad. Aunque el tiempo nos sitúe frente a frente para que tú me mires
y yo te vea, para que se intercambien los papeles. Aunque el karma venga a
visitarme vestido de Saturno. Aunque lo sepa demasiado tarde y entienda al fin
lo que pintabas en sueños. Aunque el tren se haya detenido dos veces en mi
puerta y la tercera fuera la definitiva. Aunque mi estación se borre
definitivamente de tu recorrido y no haya marcha atrás ni más oportunidades, te
doy las gracias. Porque tú viste lo que mis ojos no podían ver. Tú me mostraste
el fiel reflejo del espejo. Las piedras bajo el agua cristalina. La vida más
allá de la vida.
Y créeme, en
algún momento me hubiera gustado apuntar a alguien con el dedo, hallar un
culpable que cargara con la responsabilidad. Pero hay un antes y un después, un
efecto mariposa, y ya nada volverá a ser igual. Ya nada volverá, como mucho,
vendrá. Se asomará y tocará en otra puerta esperando que otra persona lo
reciba, con otras frases, con otros poemas y otro final que a su vez será otro
comienzo.
Sé que el mundo seguirá
girando, que los relojes continuaran con su tic tac y que los meses se
sucederán unos a otros como marca el calendario mientras tú te alejas hasta
convertirte en un minúsculo puntito en el horizonte y te subes a un avión que
me asegure que estarás a demasiados kilómetros. Yo contemplaré la escena en
primera fila con un bol de palomitas dispuesta a no perderme ningún detalle con
el que poder torturarme. Porque sé que hoy no haría nada de lo que he hecho
hasta ahora y haría cuanto nunca llegué a hacer.
Aquí me quedo, si las
obligaciones me lo permiten, escuchando el ruido de la cadena que arrastran los
fantasmas que pasean por mi mente tratando de plantarles cara y vencer al
miedo, mirando fotos en las que no estás o no estoy uniéndolas como si fueran
las piezas de un puzle, oyendo canciones en las que la protagonista no soy yo y
el autor eres tú, batiéndome en duelo con el pasado para vivir el presente
aguantando la respiración inconscientemente y tensando cada uno de los músculos.
Aquí me quedo, allí te vas. Así es la vida ¿no? Así saben los días siguientes.
Así sabe esta secreta decepción. Posiblemente mañana sepa de otro modo, hoy,
sin embargo, no.
Copyright © 2014 Dácil Rodríguez - Todos los derechos
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Que pena que sea un secreto,pero hay que poseeerloss
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