Mi corazón no es lugar para cobardes para Sex&Soul
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Mi corazón no es lugar para cobardes
—Tienes una tara—dijo. En realidad quiso manifestar que si tienes más de treinta y sigues soltero/a, tienes una tara, un genio digno de estar dentro de una lámpara mágica o similar. Acarició la mesa con los codos apoyando la cabeza entre ambas manos y me miró mientras levitaba sobre el glorioso pedestal que exhibía la frase: "Persona con pareja que supera la franja de edad que marca la diferencia entre la zona de luz y la planta para zumbados".
Como no rozo ni de lejos los cuarenta y pasé de los treinta hace relativamente poco, porque el tiempo es relativo, no pude evitar pensar que estaba muy cerca de donar mi cerebro a la ciencia.
—Psicóloga, astróloga, escritora... Y soltera... Deberías tener una teoría para responderme, ¿no crees?—añadió con una sonrisa que rezumaba picardía en un vano intento de que entrara al trapo mientras el silencio se prorrogaba tácitamente.
En ese instante quise preguntarle qué era lo que le molestaba realmente, pero estaba tan centrada en que mis labios no pronunciaran la retahíla que mi ego había desarrollado como respuesta, que escogí nuevamente el silencio.
—Me intriga saber si has estado soltera mucho tiempo, por qué lo estás siendo como eres, por qué yo tengo pareja y tú no—carraspeó. Supongo que algo no funciona en ti y si es así, sólo tú sabrás qué es. Sólo tú sabrás si tienes cosas por solucionar, no es tu momento o sencillamente no ha aparecido la persona a la que buscas—. Hizo una pequeña pausa antes de continuar.—A mí me cuesta creer que sea una elección propia, si tuvieses la oportunidad de hallar eso que buscas, ¿en serio dirías que no? ¿De verdad prefieres estar sola? ¿De verdad prefieres llegar a casa y que no haya nadie, estar en una cama cualquiera a estar en la cama? ¿De verdad no anhelas las sonrisas que se escapan recordando besos y momentos? ¿De verdad prefieres los aeropuertos sin abrazos, los trayectos en coche sin karaoke y los domingos con resaca?
Topicazo al canto, exclamé en mi cabeza. A mí eso de llevarme el polvo y dejar el mueble, que está tan de moda, no me va. No me regalo, tampoco me pongo un lazo. Ni me vendo ni compro, soy anticonsumista. No visito la sección de ofertas y tampoco bajo al sótano con la excusa del vintage. Y eso sólo contestaría a lo de los domingos con resaca, me dije.
—Ah, ¡ya lo entiendo!—vociferó continuando su monólogo—: Tú no estás sola, ¡es eso!—concluyó al fin satisfecho.
—El que está solo aun estando en pareja parece que eres tú—remugué.
—¿Crees que quiero algo contigo? —formuló inquieto.—Es obvio que te da miedo tener una relación y buscas cualquier excusa para no comprometerte e incluso me atrevo a afirmar que tienes una lista interminable de requisitos que los candidatos han de cumplir. —rió divertido.—Una mujer como tú podría tener una relación cuando quisiera, por eso no estás sola, el problema está en que no quieres una relación, y por eso estás soltera.
—Considero que hoy, el principal problema no es que no se pueda, sino que no se quiera lo suficiente. La mayoría de las cosas que hacemos o dejamos de hacer no se basan en su dificultad, sino en la falta de amor. Tener una relación es fácil, amar no. El que ama, arriesga y el que arriesga, ama. Y a eso es a lo que me refiero cuando digo que el mundo es de los que tienen los miedos justos para ser valientes. Los valientes toman partido, eligen, se hacen responsables, crean su destino. Son optimistas y no solo ven lo bueno, sino que lo persiguen sin negociar. Una persona así solo puede hacer tu vida más rica. Y mi corazón no es hogar para cobardes, pues mi corazón es valiente aun teniendo miedo y es un verdadero hogar.
*Quizás, pasados los treinta e incluso los cuarenta, por fin hayas madurado en algo, hayas aprendido de tu propia experiencia y te hayas atrevido a ponerla en práctica dejando de buscar ese amor intenso, dramático, imposible o desgarrador de los veinte años o al esposo/a perfecto/a que te espera al abrir la puerta de la vida que has blindado con un seguro de hogar a todo riesgo. Quizás, te hayas percatado de que entre ambos extremos existe el perfecto equilibrio, y que uno engloba al otro y viceversa, que no se vive nada como una renuncia cuando existe amor y se es valiente para sentir con y consentir ese amor. Quizás ya sabes de sobra que incluso las cosas que salen mal requieren de un tiempo mínimo para deteriorarse y que no alimentarse de ese mínimo tiempo es lo más parecido a estar un poco muerto por dentro. Quizás, pasados los treinta, te hayas dado cuenta de que todo eso que buscabas estaba más cerca de lo que pensabas. Ser feliz, solo/a o con alguien sí es una elección, otra cosa es estar soltero o en pareja. Nadie merece la responsabilidad de hacer de tu vida una vida feliz, salvo tú.
Escribe, lee, cocina, canta, baila, dibuja, toca el piano o la guitarra, practica algún deporte, pero nunca en modo amateur. Busca eso que te gusta y deja que te mate. Haz las paces contigo mismo/a, con tu pasado, cierra con un punto y final, sin segundas partes o próximas entregas, es la única forma de no fastidiar tu presente. "La pena es inevitable, el sufrimiento opcional", lástima haber conocido a Murakami tan tarde. Todos hemos errado, más o menos, pero te mereces la misma tregua que das a los demás. Perdónate y date a ti mismo/a el margen que necesites. Vive un tiempo fuera, en el extranjero, si puedes, busca un lugar en el que entenderse sea parte del viaje y aprendas un nuevo idioma o descubre la ciudad en la que vives con los ojos de un censado que es turista. Habla con personas que no piensen como tú -lee libros de autores que no piensen como tú- y si, después de hacerlo, no has aprendido nada, un poco de bicarbonato para la acidez solucionará el malestar y al hueco en la lista de contactos le rondará un inquilino mejor. Y si la respuesta es sí, estupendo, puede que necesites el mismo bicarbonato, pero habrás ganado en perspectiva. Haz algunas de esas cosas que te da miedo hacer y no me refiero a tirarte en paracaídas o practicar rope jump, salvo que forme parte de esas cosas que crees que necesitas superar o de las que disfrutes.
No hagas a los demás lo que te gustaría que ellos hicieran por ti. Prueba a hacer por los demás lo que les gustaría que hicieran por ellos y no hacerles lo que te gustaría que ellos hicieran. Es mucho más complicado, sí. Requiere invertir tiempo para escudriñar al de enfrente y ser generoso. Pero la vida es mucho más bonita si se hacen pequeños esfuerzos y aprender a dar es tan importante como aprender a recibir. Ayudar a los que lo necesitan está muy bien, aunque lo mejor es ayudarles a que no te necesiten. Dale un buen sorbo a la realidad antes de cambiar de decena. No proyectes, no idealices, no generes apegos, más bien, destrúyelos y libérate.
Ya dijo Platón que no existe hombre tan cobarde como para que el amor no pueda hacerlo valiente y transformarlo en héroe. Así que lo mejor que puedo desearte es que te conviertas en un héroe o en una heroína por amor. Y eso no implica que luzcas un traje impoluto, ningún héroe o heroína que se precie lo hará. Estará lleno de cicatrices -heridas ya curadas-, e incluso sangrando a borbotones -porque regresa de alguna batalla-. Nada de eso definirá el éxito o fracaso, pues un héroe o heroína, en su balance de pérdidas y ganancias, sabe que lo único que verdaderamente se pierde en la vida son las oportunidades.
Dácil Rodríguez
Escritora natural de Santa Cruz de Tenerife
y autora de la novela ¿Dónde está el hombre de mi vida?
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