Llegar a la meta juntos




Hace unos días unos amigos me hablaron de las carreras de montaña, revivieron sus experiencias ante mis ojos y volvieron a disfrutar de cuantas habían hecho juntos, de los detalles de algunos tramos, de las dificultades sobrevenidas..., y lo vi claro: era una perfecta metáfora de la vida. 

Me llamó muchísimo la atención que en todas sus historias no fueran al mismo ritmo, que no esperaran el uno por el otro, que no hubieran reproches ni sentimientos de inferioridad porque el otro hubiera llegado antes. Al contrario, había un sano y maravilloso equilibrio que hacía importante lo que realmente era: hacerlo juntos.

Me explicaron que ninguno puede acelerar su ritmo o bajarlo por el otro, pues ambos saben que hacerlo ocasionaría una respuesta física: tirones, dolores musculares, lesiones... ¡Gracias! dije de forma inmediata; por fin había entendido una parte de la vida que se me atravesaba.

Es una bonita metáfora de las relaciones, de las personas... Evidentemente, todos tenemos nuestro propio ritmo y no debemos lesionarnos ni preocuparnos porque otros no lo lleven, tampoco castigar ni culpar al que se ha entrenado mejor para llegar entre los diez o veinte primeros, o a quien lleva un ritmo más lento porque no ha entrenado lo suficiente; no podemos olvidarnos que lo importante es decidir con quién quieres hacer tu carrera, pues pase lo que pase, esa persona, aunque tenga un ritmo más rápido que el nuestro o se quede atrás, la estará haciendo con nosotros, y al final, nos encontraremos en la meta.



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