En este viaje...




Pienso en todas esas mujeres. En mis 37 guerras. Y en las tormentas que llevan a ser quien se es hoy.

Pienso en las batallas campales, en la lucha y el esfuerzo que supone cada paso, cada cicatriz. En los muros que se levantan, y en los que derribamos… En los momentos de crisis. En los terremotos de 8,5 en la escala Richter. 

Pienso en las que se quedaron en el camino. En las que se lanzaron en un cuerpo a tierra y en las que brotaron tras la explosión nuclear.

Pienso en quien perdió o se tuvo que amputar algún miembro para poder continuar. 

Pienso en las Clementinas del jardín. En Idir.

Pienso en los valientes llenos de miedo y en cobardías que son auténticos actos heroicos, en los hermanos Brownlee.

Creo que en este viaje he encajado lo vivido sin dejar de vivir y encajar, con más y sin ese menos, o al menos esa es la intención. Y, a veces, la intención, es lo único que cuenta.  

Pienso en quienes son el centro de su mundo, en aquellos que se quieren y valoran… En los que convirtieron una necesidad vital en la tiranía de su sombra. En los que consideran y reaccionan dando por hecho y sentado que también son el centro del mundo de los demás anulando cualquier voluntad. Que están pendientes a lo que dices, haces, y cómo lo dices y haces. Y me pregunto si eso no cuestionaría si realmente se quieren tanto o dependen de cuanto les contemplen los demás.

Pienso en los focos y cómo hay quien bajo ellos, no atina a distinguir la luz. ¿Y qué más da? ¿Acaso no es igualmente necesario?

Pienso que no existen tipos de personas, sino momentos en la vida de las personas… Y que, según el momento, evolucionan, involucionan o se estancan.

Momentos en que nos medimos, en los que el nivel de exigencia y expectativa lo marcamos nosotros. En los que somos duros hasta secarnos o nos ponemos a prueba hasta agotarnos.

Pienso en el otro extremo, en las caras de la misma moneda, en restarle importancia a todo y obviar, de manera que nada de lo que se haga y diga causará un efecto en algo o en alguien. Y he aquí la justificación de ser irresponsable. ¿O acaso si todos decidimos al unísono cambiar algo, ese algo no va cambiar?

Pienso en la dualidad onda-partícula. En ser uno mismo y ya está.

Pienso en el misterioso deleite de las sizigias que regala el firmamento y el lodo en su densidad.

Pienso en esa firma que eleva a público el documento. 

Pienso en la hermana de Idir… Y en esas confesiones que rozaron el alba, en sus risas y en sus lágrimas… En lo absurdas que son la mayoría de las cosas que sujetamos y no necesitamos... En vivir...

Y aunque mi maleta fue muy llena y regresó casi vacía, siento que me llevé mucho y no dejé nada. A veces pasa, y cuando un viaje termina, te das cuenta, al llegar a casa, que no ha hecho más que empezar.
Imagen, Merzouga. Marruecos.

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