Un mundo multicolor






En un momento dado, lo ves todo tan negro que, sin más, te quedas en blanco. Menos mal que entre esos polos existe una infinita gama de colores.

Menos mal que existe el violeta, el azul, el verde...

Menos mal que de todo se aprende.

En un momento dado, cuando alguien te dice que algo es negro, entiendes que en realidad es blanco.

Quien ve la vida en blanco y negro, quien no es capaz de aspirar a algo tan hermoso como es contemplarla y experimentarla en todo su color y esplendor, siempre recurrirá a los extremos.

Quien no ha vivido el amor de verdad jamás apostará por él. Tampoco te invitará a luchar o a conseguirlo, pues hacerlo implicaría admitir su propia frustración.

Para quien juzga, sentencia y condena; todo es blanco, o negro.


Forcejear con los propios miedos ya es bastante extenuante como para tener que lidiar con los de los demás, que tratan de imponer su propia visión, experiencia y criterio, olvidando la individualidad que caracteriza al ser humano, la riqueza de las diferencias y el aprendizaje personal e intransferible de cada cual.

Eso es tan ridículo como imaginar por un sólo instante que cada persona sintiera, quisiese y deseara lo mismo que los demás inventando un mundo en el que a todos les gustase lo mismo estudiaran lo mismo y ejercieran lo mismo, donde todos practicaran el mismo deporte, donde todos tropezaran con la misma piedra... ¡Qué triste que así fuera!

Qué triste si al ver la misma película no hubiera quien se fijase en la fotografía, quien en la banda sonora, quien en el vestuario, en los diálogos...

Sería un mundo en blanco y negro. Un mundo en el que todos vestirían igual. Un mundo lleno de pantalones vaqueros y camisetas negras...

Hoy he pensado en todas las personas que, con su granito de arena, pretenden crear un mundo así. Aquellos que aspiran a que los demás hagan lo que ellos desean, que sigan sus consejos, que se sometan a su criterio o experiencias. En esos que creen tener botones que activan el on y el off en los demás, que imponen lo que está bien o mal, que contemplan la vida en blanco y negro porque no ven más allá.

Hoy he pensado en las personas infelices que reducen la felicidad ajena, que manipulan a otros a través de su propia infelicidad y cuyo lema no es el amor por bandera, sino la falta de honestidad.

El mundo no es bicolor, no hay buenos ni malos, víctimas o verdugos. No se trata de que si no me caes bien, me caigas mal, de estar contigo o en tu contra, de que haga lo que quieres o...

No vivimos en un mundo de clones donde todos hemos de sentir, pensar, actuar y hablar igual.


Tal vez la comparación entre unos y otros lleve a la competición y se aleje de la verdadera colaboración humana. Tal vez en ese intento de comparar vivencias y realidades se caiga en el error de competir con quien creemos ha dado con el elixir de la eterna juventud y el ego entre en escena impetuoso, molesto porque otro logre lo que no has logrado tú.

Tal vez, las personas bicolores que crean realidades bicolores podrían desprenderse de su necesidad de que otros aprueben como son o dejan de ser, si fueran realmente. ¿O acaso no hay nada más hermoso que ser y actuar independientemente al qué dirán? ¿Guiarse por el corazón y no por la mente, apostar al rojo, arriesgarse para ganar...?

Quién ha experimentado la infinita gama de colores de la vida, lo sabe. Y quien lo sabe, siempre te invitará a verlos, te empujará a salir de un mundo de clones, a cambiar tu pantalón vaquero y tu camiseta negra y a que pintes tu mundo del color que quieras y no del que quiera o vea, otro, ellos, o quien sea.

Y esta reflexión me lleva a desear al mundo entero días multicolores donde el azul tiene turquesas, celestes, marinos, índigos... y un sinfín de tonalidades dentro de cada color. Que cada cual haga, diga, piense y sienta lo que le de la gana sin tener que justificarse ante los demás o someterse a juicios ajenos... Que cada persona disfrute, se divierta y viva como se le antoje. Que cada ser humano se relacione, ame, quiera, hable, llame o vea a quien le apetezca... En definitiva, que cada persona sea como es, que no se traicione a sí misma ni a su corazón y camine, corra, trote, salte o baile libre al son que marque su propia música, siempre, respetando la música de los demás.

No permitamos que el mundo se convierta en bicolor, mantengamos la pureza de nuestras propias experiencias, no dejemos que nadie nos arrastre únicamente al blanco o al negro, vayamos a nuestro corazón.

Hoy, me toca pintar, pintar mi propio mundo, mi mundo multicolor. 

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