¡Quién fuera viento!





¡Quién fuera viento!




Una leve brisa despierta con el fulgor del amanecer. Pasea, simplemente pasea con ritmo sigiloso entre las calles. Refresca los sentidos y yace serena al pie de las aceras. El viento pasa desapercibido entre los transeúntes. Nadie habla de él. No es el protagonista del día, tampoco lo fue de la noche. Pero ante la ausencia de su silbido, lo echan en falta e imploran su presencia, que no llega, que tarda…
Se enfada, y sus revolucionarias ráfagas irrumpen repentinas. Su sonido estalla rompiendo la tranquilidad de un solo golpe. Los árboles se inclinan ante su majestuosidad dedicándole una reverencia y mi pelo se enmaraña mientras renuncio a sujetarlo sin tino. Ese viento que todo lo puede, que arrasa cuanto toca. Que corre impaciente, que grita: “¡Aquí estoy!”.
Viento indomable que por más que te esfuerces,
jamás puedes apresar,
jamás consigues doblegar,
jamás logras reducir.

Eternamente libre.
Espíritu rebelde.
Ingobernable, inapresable.
Intangible y a la par poderoso.
Invisible y a la vez presente en todas partes.

Nada puede someterlo.
La rebeldía; su naturaleza, el carácter; su esencia.
¡Quién fuera viento!

*A los Acuario, cuyo Sol empieza a brillar en ese intuitivo y sabio viento gélido que los acompaña en su aire bohemio e intelectual.
¡Gracias por existir “uranianos”!
Imagen, Quién fuera viento, Tarifa.



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