Desde el alma

Con cinco años andábamos con los pies descalzos, y libres. Desnudos de prejuicios, expectativas y razones. Sólo nos ocupaba el ahora y no existía el miedo.

Nos importaba poco, o más bien nada, el qué dirán y veíamos el mundo, y la vida, con los ojos repletos de risas.

Cuando murió su padre aún no había dado las vueltas necesarias alrededor del sol. No tuvo la opción de ser niño. Aprendió más pronto que tarde que la vida cambia en un instante y que el lado más cruel de la experiencia no habla contigo, no te avisa, sólo obliga a madurar.

En su casa se hizo de noche. Una sombra de tristeza envolvió a su madre y él dio todas las vueltas que le quedaban alrededor del sol para intentar ser un hombre antes de los catorce. Quiso convertirse en un padre para todos, menos para él.

Desde ese día su vida fue ayer. Se detuvo en el pasado mucho más de lo que le hubiera gustado, y sin más remedio que jugar a ser adulto, cumplió los veintiséis.

Aceptaba que algo, a lo que siempre llamó Dios, pone a la mesa sillas vacías, aromas que no impregnarán más la chaqueta, instantes que sólo llueven ausencias...

En su retorno de Saturno se marchó. Se fue con lo puesto y una mochila vacía para llenar de experiencias. Merecía ser hijo antes que marido, desligarse de todo lo que le impedía ser.

Tuvo varias idas y venidas, cuando se empachaba en sus viajes siempre volvía para visitar a su madre.  

Hubo un tiempo en el que comenzamos a andar con los pies cubiertos por miedo a resfriarnos o hacernos daño. Envueltos en imposiciones, expectativas y vanidades. Todo nos preocupaba y nos podían los miedos.

Empezó a importarnos el qué dirán y vimos el mundo, y la vida, con los ojos llenos de pena.

Al fallecer mi padre, nos sentamos en el callao de la playa, sin botellas de vino, tabaco ni máscaras.

"Escribir tiene la ventaja de que puedes crear al personaje, hacerlo a tu manera, tal y como te gustaría o mejor te conviene. Pero esa ventaja al final juega en tu contra, es un inconveniente, porque el autoengaño se convierte en bandera y te impide aceptar la vida tal y como viene. Así era yo, y recordaba en gritos callados mientras me contaba otra historia; la que me habría gustado que fuera y no fue. ¡Menos mal que no fue! Ahora no sólo lo entiendo, sino que lo agradezco, porque me liberé. En esa casa siempre era de noche. Y todavía, hoy, en la mía, me sorprende la luz del sol". 

Ahora andamos con los pies descalzos, intentando ser libres. Vamos quitándonos capas de orgullo, mentiras y decepciones. Sólo nos ocupa el presente y afrontar el miedo.

Nos importa cada vez menos el qué dirán y tratamos de ver el mundo, y la vida, desde el alma.


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