Un lunes cualquiera




Olía a recuerdos...

En los ojos llevaba una cortina de niebla que ocultaba su tristeza, como esas bombas de humo que no te permiten ver con claridad.

Bajo la corregida sonrisa yacían sus noches de angustia por algo que pudo haber dado tanto de sí y, se acabó.

Incapaz de dar un paso al frente y deshacerse del lastre de las quejas y reproches de su mente, no se daba cuenta que en lugar de un igual, buscaba una madre.

Alguien que guiara sus pasos mientras creía ser libre marchitándose la rosa de los vientos bajo sus pies.

Chasqueé la lengua en señal de tristeza. A fin de cuentas, ¿quién era yo?

Quién era para decirle que hay personas que llegan un lunes cualquiera a las cuatro de la tarde.

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