La única forma de querer
Hay un halo de dignidad que envuelve a algunas personas, no tiene nada que ver con su apariencia física, su ropa o el modo que tienen de expresarse. Es algo que va más allá, una energía que emanan con su mera presencia, que se capta en el silencio, en la profundidad de sus palabras, siempre directas al corazón y que te embriagan de una paz absoluta en forma de certeza. Sabes y sientes que lo que transmiten es más real que cualquier bien tangible, más certero que cualquier ciencia humana y más elevador que cualquier religión.
Es una gracia infinita coincidir con alguien así, tenerlo cerca…
La última pregunta que me hizo mi padre antes de partir y dejar el mundo de las formas, fue si seguía sola. Para él, era inconcebible que así siguiera siendo después de tantos años. “Sí papá, estoy conmigo y estoy bien”.
Hace unos días me sorprendió la visita de un amigo que vive fuera, llevábamos un septenio sin vernos y la pregunta volvió a cobrar fuerza.
Creo que en un mundo donde las prioridades son tan superficiales y la felicidad o el bienestar tan efímeros, es casi imposible vivir en coherencia. Creo que todo el mundo aspira a compartir, pero que se engaña con lo que de verdad implica. La mayoría de las relaciones se intentan construir sobre bases ilusorias, relámpagos repentinos o interminables cuestionarios y pruebas, listones y listas de requisitos, roles de padre y madre; infidelidades… incluso alguna se cimienta en el control sobre la otra persona; hay de todo...
¿Acaso una relación no se da de forma natural? ¿No es el respeto, la sinceridad, la conversación interminable, el silencio, el conocerte y conocer al otro, la rutina, las imperfecciones, las manías y los estores cerrados o abiertos?
No sé cuantas veces he escuchado la misma historia de “se acabó el amor”, ¿pero acaso el amor se acaba? No lo creo. Sí creo que las relaciones terminan, que las personas cambian, evolucionan (si quieren), pero también lo hace el Amor, cobra otras dimensiones, gana en profundidad, en libertad y respeto… Y nada tiene que ver con estar con esa persona, con verla a diario o tener una relación. Pero si alguien es tan ciego como sordo para no leer su propia melodía, y se engaña con eso, poco más hay que decir.
Hace casi una decena de vueltas alrededor del Sol escribí un artículo para un periódico que se titula “Amor 3.0” y doy gracias a Dios de lo que pienso cuando leo un texto añejo, de no sentirme la misma persona que lo escribió, ni serlo. Leo cada frase y entre sus palabras encuentro lo que hoy tiene otro significado para mí, otra dimensión, otra importancia…
Me pasa lo mismo cuando alguien hace la última pregunta
que me hizo mi padre y leo en sus ojos esa especie de incredulidad bañada en la
necesidad de que explique algo que le resulta raro y que a una servidora le parece
de lo más natural; lo extraño, para mí, sería lo contrario.
Hoy creo que la capacidad
de amar al mundo entero, no es que sea la forma más hermosa, sino la única
forma de querer.
*Textos mencionados: “La forma más hermosa de querer”: https://dacilrodriguez.com/laformamashermosadequerer/
“Amor 3.0”: https://www.diariodeavisos.com/2015/01/amor-3-0/
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