Al cerrarse la puerta



Los pesados bloques de hormigón caen al vacío
como castillos de arena desdibujados,
rotos en mil pedazos,
confusos y abrumadores,
envueltos en el más profundo silencio.

No hay ruido en su desgarro.
No hay sonidos estridentes.

Mudo.
Vacío.
Hueco.
Y al tiempo hecho añicos.
Irreparable.

Sólo hay dolor.
Sólo hay pena.
Y, tal vez, una pizca de alegría,
como quien se cansa de estar siempre triste.
Como quien busca una ventana al cerrarse la puerta.

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