¡Quién fuera viento!






Una leve brisa se despierta tras los fulgores del amanecer. Pasea, simplemente pasea con ritmo sigiloso entre las calles. 

El viento refresca los sentidos y yace sereno al pie de las aceras. Pasa desapercibido entre los transeúntes. Nadie habla de él. No es el protagonista del día, tampoco lo fue de la noche. Pero ante la ausencia de su leve silbido, lo echan en falta e imploran su presencia, que no llega, que tarda...

Se enfada, y sus ráfagas hacen acto de presencia sin aviso. Su sonido estalla y rompe con la tranquilidad de un solo golpe. Los árboles se inclinan ante su majestuosidad dedicándole una reverencia y mi pelo se enmaraña mientras trato de sujetarlo sin tino. Ese viento que todo lo puede, que arrastra cuanto toca. Que corre impaciente, que grita: "¡Aquí estoy!".


Viento indomable que por más que te esfuerces, 

jamás puedes apresar, 
jamás consigues doblegar, 
jamás logras reducir.

Eternamente libre.

Espíritu rebelde.

Ingobernable, inapresable.

Intangible y a la par poderoso.

Invisible y a la vez presente en todas partes.

Nada puede someterlo.

La rebeldía; su naturaleza, el carácter; su esencia.

¡Quién fuera viento!



*Artículo publicado el 17/06/2011 "En voz alta".


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