Olor a sal




Bajó las persianas en un día de sol para que la penumbra hiciera juego con lo que le dijeron que no se enseña y que aún creía que es él.

Ella aprovechaba la mañana para recoger la espuma del mar y diluir el ruido sobre el lienzo blanco de la playa. 

No se han vuelto a ver, ni siquiera saben que ya no viven en el mismo país, ni siquiera en el mismo continente, pero la conversación fluye sin teléfono, móvil ni internet...

Guardan en el sistema límbico la mezcla de agua fresca y madera, el olor a sal.

Hay vínculos que requieren de una determinada frecuencia para construirse, también para desaparecer. No se nutren de la manera en la que otro nos mira, sino de una forma que, sólo la latitud, te lleva a comprender.

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