Justicia
Hoy he pensado en la justicia. En el concepto que ésta trata de englobar y transmitir arquetípica, mitológica y simbólicamente. En ese punto medio, equilibrio o término exacto que creemos alcanzar en algún momento y que una sutil y delgada línea convierte en su antónimo.
¿Por qué a veces nos creemos justos cuando estamos siendo injustos? ¿Quién o qué marca lo que es o debe ser? ¿En qué difiere tu sentido de lo que es justo o no del mío?
¿Por qué a veces nos creemos justos cuando estamos siendo injustos? ¿Quién o qué marca lo que es o debe ser? ¿En qué difiere tu sentido de lo que es justo o no del mío?
Nos revelamos ante las injusticias, nos irritan. Rectifico, me irritan. Tal vez porque no soporte que no se haga honor a la verdad, se oculte, disfrace, camufle o tergiverse... Ante lo que me parece injusto, no puedo evitar revolverme, pero he aprendido algo nuevo sobre la justicia, y no me refiero a la mortal ni a la divina, sino a una combinación de ambas que me permite ser más feliz, pues nunca he llegado a entender por qué alguien abofetea a quien le ha regalado una caricia. Y es que en el concepto de justicia, está implícita una gran verdad: aprender a recibir es tan importante como aprender a dar. Y la justicia consiste en dar y recibir lo mismo. Ni más ni menos, en el perfecto equilibrio que refleja su balanza, con su moral y rectitud, empuñando una espada dispuesta a ser blandida en cualquier momento y con una venda en los ojos que sólo permite sentir, porque lo que vemos, lo que muestran nuestros ojos, lo que se pinta frente a nosotros, no es la auténtica verdad.
Así que para ser justa y no agitar mi espada en el aire, como aquel que da palos de ciego, asustado y nervioso por no saber lo que sucede: me paro, cierro los ojos, escucho lo que siento y hallo esa equidad que me permite ser justa, darme cuanto merezco, estar en equilibrio conmigo y con los demás.
Copyright © 2015 Dácil Rodríguez - Todos los derechos
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