¿Cuándo va a importarnos lo importante?

Vivimos en un mundo donde que te quedes sin cuenta de Hotmail, que el Facebook pueda utilizar lo que publicas en tu muro o el WhatsApp pase a ser de pago es una cuestión de máxima difusión y concienciación social. Todo el mundo debe saberlo, reenviarlo, compartirlo... Mientras tanto, no importa que se pague por la sanidad, la educación, por interponer una demanda. No he visto ninguna cadena de reenvío en Whatssap que informe sobre el cierre de un albergue o de la recogida de firmas para que los anunciantes retirarán la publicidad de Telecirco, que entre sus lastres, parece ser, tiene la demanda a un bloguero por ejercer su derecho a expresarse...

¿Hacia dónde miramos? 

Programas que emiten cómo celebran su dieciséis cumpleaños las jóvenes pudientes en Estados Unidos o cómo gastan su dinero los ricos y famosos mientras un Señor que pasa los cincuenta se suicida ante un desahucio. 

Noticias que desfilan en un telediario una tras otra, y que tras una catástrofe mundial muestran una tira cómica que provoca la carcajada de distracción necesaria para volver a mirar hacia otro lado. Brutalidad policial y tortura eximida por nuestro gobierno, que ante la voz de jueces, abogados; del pueblo, nos manda a callar porque es cosa de ellos.

No hay democracia, no hay libertad de expresión, no hay diálogo. Pero tenemos los estados de Facebook, los chats, quinientos amigos, maquillaje, producciones americanas, noticias manipuladas, cámara en el móvil, y un sinfín de distracciones.

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