Mi primera novela






Comencé a escribir desde mi más tierna infancia. Fruto de ello, gané varios concursos de relato y cuentos con tan sólo diez años. En mi adolescencia descubrí la poesía y llené todas las páginas de mis libretas de versos... Mi profesora de Literatura, Mercedes, a la que agradezco profundamente su confianza y dedicación, me pedía mis escritos y pasaba horas, en su casa, leyendo lo que estos inquietos dedos escribían sin cesar. Ella me animó a seguir haciéndolo y quizás me dio la pizca de confianza que le faltaba a mi obra, pero no supe verlo, para mí seguía siendo un mero pasatiempo.


En las letras encontré un mundo infinito y bello que lo resumía todo, en el que me sentía cómoda, feliz... y al que renuncié con el paso del tiempo por quehaceres y obligaciones diarias. Sin embargo, mi perpetua adicción por la lectura, nunca me permitió olvidar... Nunca he dejado de escribir, la diferencia es que antes lo hacía para mí y ahora, aunque sigue siendo así, lo pueden leer personas que ni siquiera conozco, y aunque eso sea algo que todavía no me termine de convencer, porque no escribo para un público, ni por vender ejemplares, si presenta una coherencia conmigo: pues si algo de lo que escribo puede ayudar, hacer sonreír, o despertar un bonito sentimiento en otros, como despiertan en mí las obras que he leído y disfrutado, si como cualquier libro, los míos también pueden enseñar algo; me basta.



Acabé mi primera novela hace no sé ni cuanto, me metí en ella, hilé su trama, le regalé dedicación, tiempo y la olvidé. Mi pareja por ese entonces, se cansó de repetirme que hiciera algo con ella, y yo, sencillamente, la desterré a un archivo sin visitas en mi ordenador. Escribí otra novela, y otra, y otra... hasta que inicié un apasionante proyecto: una novela de misterio cuyo viaje ha sido tan fascinante que aún, hoy, continua. Esa novela me llevó a ponerme a prueba y salir al mundo. Ganar algunos concursos de poesía y relato, me ayudó, pero no era suficiente, no creía en mí misma, hasta que conocí a Francisco Peña, jurado en uno de los concursos que gané. Francisco fue la señal que tanto había pedido, y llegó. Llegó para hacerme ver lo que no veía y fue como en el billar; su tiro con efecto hizo que todas las bolas se colocaran estratégicamente. Empecé algo totalmente opuesto a la novela de misterio con la idea de distraerme de aquella historia en la que me había metido tanto que parecía no tener fin, y que por momentos, me consumía. En seis meses, lo que surgió como una “distracción” tomó forma de manuscrito y dio paso a una novela fresca. Tras ello, vinieron otros seis meses más de rectificaciones, correcciones, puntadas… hasta que, después de un año, me decidí. Me decidí a tomar decisiones y a dedicarme a mi dedicación. El manuscrito se dibujó por fin impreso de cara a viajar por innumerables editoriales con objeto de ver la luz. A los tres meses ya tenía editorial con la que salir a la venta, pero lo que no sabía era que ahí no acababa todo, sino que empezaba.

Tras casi dos meses de reflexión y examinar el contrato editorial con lupa, lo firmé. Y cuando lo firmas es como si acabarás de ver en el test de embarazo la raya que te informa de que vas a ser mamá.

Tapas duras, blandas, edición de bolsillo, prólogo, sinopsis, dedicatoria, biografía, fotografía, índice, letras capitulares, tamaño, particiones, galeradas…, todo un mundo nuevo para mí y en el que me he pasado sumergida tanto tiempo que he perdido por completo la noción de éste.

Hoy, por fin, le he visto la cara a mi bebé, y yo, que soy escritora, me quedé sin palabras. Habrá a quien guste, a quien disguste y a quien resulte simplemente indiferente, pero a mí todo eso me da igual. Yo soy dichosa.


Todavía habrá que esperar algunas semanas para poder tenerlo entre las manos. A estas alturas, ese plazo me parece nimio, sobre todo, porque el segundo, el tercero, el cuarto, e incluso el quinto, ya están en camino. Y ahora sí que no me voy a echar para atrás.




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